El calor provoca que los campos y montes se sequen y registren incendios, por lo que las abejas mueren, ya sea por las temperaturas o por hambre, al no encontrar suficiente alimento disponible, lo que, a su vez, impacta en la apicultura y la economía de las cientas de personas que se dedican a esta actividad en el Estado.
De igual forma, se ha comprobado que, ante el estrés de la falta de alimento y el calor, las abejas se vuelven inestables y más agresivas, lo que pone en riesgo a los apicultores de sufrir picaduras y conlleva un mayor peligro manipular las colmenas en estas condiciones.
Otro factor a considerar es la falta de agua, ya que, con el calor, las pocas fuentes naturales con las que cuentan se evaporan, lo que las obliga a viajar más lejos en búsqueda del vital líquido, por lo que mueren de cansancio y agobio.
Ambos factores, la falta de comida y agua, obliga a los apicultores a comprar suplementos como azúcar y colocar fuentes de agua, lo que incrementa los costos para su cuidado y al final, los deja con un menor margen de ganancia de la venta de la miel.