José Jesús Cardós Pacheco prepara el globo cada tarde, media hora antes de que marque las seis. En el globo de caucho coloca una manguera conectada a un tanque de hidrógeno y espera. Se llena hasta que una pesa logra ser elevada.
Pepe Cardós está en el área de radiosondeo del Observatorio Meteorológico de la Comisión Nacional del Agua (Conagua) durante seis horas al día. Él participa en el estudio de la estructura vertical de la atmósfera, con radiosonda y la globosonda, que él soltará a las seis de la tarde. En el observatorio hay otro departamento, encargado de estudiar la superficie terrestre.
"Es muy bonito, porque voy aprendiendo más de los conocimientos de la meteorología y me da mucho entusiasmo trabajar, hacer todo esto a diario", dice Pepe sobre su trabajo.
Tras inflar el globo, –se llena con 1.5 metros cúbicos de hidrógeno y alcanza 150 centímetros de diámetro–, cierra el tanque de hidrógeno y se dirige al laboratorio donde están dos computadoras en las que se analiza el clima. Saca una sonda de una caja, son más de 20 cajas con decenas de sondas, y la coloca sobre un aparato electrónico que la calibra.
La sonda es de unicel y sale una varilla de madera, similar a las que se usan para medir el aceite de los coches, pero con circuitos en la punta. Mientras espera la calibración, Pepe sale y toma las mediciones de la temperatura, la presión atmosférica y la humedad.
Termina de anotarlas y las ingresa a la computadora; le servirán de punto de partida cuando el globo se eleve y podrá compararlas. La radiosonda, que mide la temperatura, la presión atmosférica, la humedad, velocidad y dirección del viento, termina su calibración. Los datos del Servicio Meteorológico Nacional sirven para aportar a organismos de Estados Unidos, como la National Oceanic and Atmospheric Agency (NOAA), que mide y predice los huracanes en el Atlántico y Golfo de México.
Pepe regresa donde está el globo y lo saca
Será lanzado en unos minutos más. Podrá alcanzar alturas de 25 mil o hasta 30 mil metros sobre el nivel del mar, la distancia que se tarda en ir a Progreso desde Mérida, solo que en línea recta hacia arriba, hacia el cielo, hacia el espacio. Eso es más elevado que el vuelo de un avión comercial, a 10 mil metros sobre la tierra.
A esa altura, en la tropopausa, ubicada en la estratósfera, las temperaturas son extremas, alcanzan hasta 50 o más grados bajo cero. En el mapa que hizo la globosonda se nota cómo el viento lo trató, dirigido hacia el oriente, pero con bruscos movimientos.
Es la tarde del jueves, ya pronto será noche. Hace rato, en la espera a que dieran las seis, Pepe mostraba la computadora y una cumulonimbos sobre la zona centro de Yucatán. Apenas media hora después, la nube ya avanza sobre Mérida, hacia el aeropuerto y el observatorio, es grande, enorme y gris, advierte una posible lluvia.
Pepe me explica que no necesariamente lloverá, porque tal vez ya haya descargado y a lo lejos me muestra lo que posiblemente sea el agua caer sobre el oriente de Mérida.
Suelta el globo. Se eleva velozmente, el viento lo lleva hacia el oeste de la ciudad y pronto, en unos 30 segundos, ya es tan solo un punto blanco en un fondo gris tormentoso. (ACOM)