Hace 20 días, la cotidianidad de la postal se quebró ante la presencia de autoridades municipales, quienes desde muy temprano hicieron uso de la fuerza pública para remover de manera definitiva a los itinerantes venteros, pues argumentan que ponen en peligro la integridad física de los peatones.
Los mercados nunca duermen, las 24 horas del día se puede observar actividad en las centrales de abasto. Apurados comerciantes que recorren de arriba abajo sus estrechos pasadizos arrastrando "diablitos" repletos de mercancía; comensales abarrotando sus puestos antes de ir al trabajo; impacientes infantes clamando por el dulce de temporada; y vendedores ambulantes circundando el perímetro de la zona más activa de Mérida. Todos forman parte de la postal.
Un dinamismo de esta magnitud no puede estar exento de problemas de toda índole y complejidad. Centenares de historias se apilan una tras otra hasta formar un cúmulo enorme de recuerdos de todo tipo, justicias e injusticias; amoríos y riñas callejeras; policías y ladrones; "todos cuentan según les haya ido en la feria", comenta una vendedora mientras desgrana con destreza una mazorca para preparar un esquite.
Todos los días a las cinco de la mañana la alarma del celular de Rosalía repica hasta que logra su cometido. No sin cierto desgano, ella se levanta a atender a sus hijos y a preparar la venta del día: elotes sancochados que desde la noche anterior están listos para su comercialización en las calles del Centro Histórico. Ella y sus dos vástagos dependen del ingreso que les propine el antojo de los transeúntes durante la jornada.
No hacen nada
A Rosalía no "la levantaron" según comenta, pues pese a no estar afiliada a ninguna organización de vendedores ambulantes, su lugar de la calle 67 -el que ha ocupado durante casi tres años- fue "heredado" por un familiar y los inspectores "ya la conocen", así que no teme que la situación pueda llegar a afectar la manera en que se sostiene.
Pese a la aparente indiferencia ante el acoso del que son víctimas sus colegas, ella asegura que la Policía Municipal debería centrar sus acciones en problemas más urgentes, como la seguridad en la zona de los mercados; ya que no obstante se ha instalado un módulo de la dependencia en las inmediaciones del San Benito, la delincuencia continúa azotando a quienes transitan por ahí, sobre todo a altas horas de la noche.
Desde su improvisado puesto de madera, Rosalía ha sido testigo -presencial y referencial- de los numerosos ilícitos que ocurren en la zona de los mercados, en el primer cuadro de una de las ciudades más seguras del país. Robos, asaltos, acoso callejero, venta de estupefacientes; y todo ante la mirada atónita de ciudadanos que -en su mayoría- han perdido la confianza en las autoridades, pues "ellos ya lo saben y no hacen nada".
Mientras platico con la señora que vende elotes, miradas celosas se posan sobre quien escribe. "Creo que piensan que eres inspector", advierte; más las cosas se tranquilizan al informarles sobre la labor que realizo en las inmediaciones del bazar.
Ahora, qué sucederá con los vendedores ambulantes desalojados, "no se sabe", pero lo que sí es importante para Rosalía -así como para los ciudadanos que transitan por esa zona- es que la Policía Municipal "se ponga las pilas" e incremente la seguridad en la zona de los mercados para reducir los índices de delitos que se registran en el lugar. (Juan Manuel Contreras)
