Así lo señalan las académicas Tania Meléndez Elizalde, de la Facultad de Estudios Superiores (FES) Aragón y co-coordinadora del Seminario Interinstitucional de Familia y Diversidad; así como Alejandra Collado Campos, especialista en Estudios de la Mujer y jefa de Medios de Comunicación del Centro de Investigaciones y Estudios de Género (CIEG) de la UNAM.
Con motivo del Día de las Madre, Meléndez Elizalde explica que los censos del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi) muestran que en 1980 la tasa de fecundidad era de 4.8 hijos por mujer; en 2000 disminuyó a 2.6, y en 2020 a solo 1.9.
Sin embargo, el escenario varía por entidad, pues mientras en la capital mexicana la tasa es de 1.2 hijos por mujer, en Chiapas es de 2.7; y en Guerrero de 2.3. “Influyen muchos factores culturales, por ejemplo, la Ciudad de México tiene el nivel de escolaridad y profesionalización más alto del país, tanto en mujeres como hombres, lo que impacta en estas cifras”, asevera.
Collado Campos destaca que los estados con menor tasa de fecundidad son la Ciudad de México, Baja California Sur y Baja California Norte; además, en el país el decremento en el número de hijos se mantendrá, pues se prevé que para 2050 será de 1.7 por mujer, en promedio.
EDUCACIÓN Y FECUNDIDAD
Meléndez Elizalde, maestra en Estudios Políticos y Sociales, detalla que se trata de una tendencia general en la sociedad occidental. Las causas son múltiples: los movimientos feministas que han promovido un entendimiento distinto del papel de la mujer en la sociedad; la divulgación y uso de diversos métodos anticonceptivos, así como el incremento de la escolaridad de la población en general.
“En la medida en que las mujeres tienen más acceso al conocimiento, a adquirir grados escolares mayores, proponen proyectos de vida enfocados a su profesionalización, postergan la vida reproductiva y, en muchos casos, deciden no tener hijos”, afirma.
Collado Campos subraya: “las mujeres que tienen mayor nivel académico tienen menos hijos, no tienen o los tienen mucho más tarde; en contraste, mujeres con escolaridad primaria tienen más de dos hijos o son madres más jóvenes, lo que genera que dejen de estudiar y se quedan en esa escolaridad.
“Justo son estos datos los que nos hacen comprender por qué muchas mujeres deciden postergar la maternidad, pues saben que una vez teniendo hijos o hijas va a ser mucho más complejo escalar en lo escolar, lo laboral”, asevera.
Ser madre, remarca, no es un impedimento para realizar actividades o ejercer cargos, pero sí existen prejuicios para contratarlas en algunos sectores, por el tiempo que exigen las labores de cuidados. “Aún se les pregunta si están embarazadas o cuántos hijos tienen, porque en función de eso determinan si puede ser útil o no para un puesto, si se va a ausentar por actividades escolares, por enfermedades”, manifiesta.
“LA FAMILIA PEQUEÑA VIVE MEJOR”
La caída de la tasa de natalidad también está relacionada con el establecimiento de políticas públicas del Estado mexicano para disminuirla, y su participación en diversos organismos internacionales los cuales llamaron -a partir de la década de los 70- a implementar acciones para reducir la tasa de natalidad.
“En esos años se creó el Consejo Nacional de Población y se establecieron campañas como la que durante el gobierno de Luis Echeverría tenía el slogan de ‘La familia pequeña vive mejor´”, recuerda Meléndez Elizalde, experta en temas de sociología de la familia y cambio social, perspectiva de género y derechos sexuales y reproductivos.
Puntualiza que, si bien hay mujeres quienes han deconstruido el discurso en torno a la maternidad, aún son las menos y hay numerosos pendientes; entre los más apremiantes están los altos índices de violencia en contra de ellas y el estancamiento en temas de paridad de género.
Al proseguir, Collado Campos expone que poco a poco se han dinamitado ideas como considerar que las mujeres “nacieron para ser madres” y se impulsa que la maternidad debe ser una elección; cada vez hay más mujeres que ante la posibilidad de prepararse mejor académicamente y tener experiencias que no son necesariamente compatibles con tener hijas o hijos, optan por las segundas; aunque está mal vista o estigmatizada esta decisión.
“Se rompe con ideas como el llamado instinto maternal o situaciones idealizadas en los medios de comunicación y productos culturales que indican que no hay nada más hermoso que ser mamá, pero quienes somos mamás sabemos que podremos amar mucho a nuestros hijos, pero la maternidad tiene sus complejidades. Otro mito es que, si no tienes hijos, estás incompleta”, agrega.
Asegura que hay múltiples discursos violentos ante la elección de no ser madre. En el rubro médico, ginecólogos dicen: “útero que no da hijos, da tumores” o que hay un reloj biológico; el religioso señala que las mujeres vinieron al mundo a procrear, y el institucional o de la familia refiere que si una mujer no tiene hijos ¿cómo va a dejar huella y cómo va a seguir el apellido?
Decidir no ser madre se atribuye a que algo no funciona bien con esa mujer y se le castiga simbólicamente al representarla como la solterona, amargada, enojona o “la que nadie quiso”, y no se concibe que pueda ser plena y estar feliz, desarrollarse completamente, sin tener que ser mamá. Sin embargo, esa carga negativa no existe hacia los hombres que deciden no ser padres.
“Una frase que usamos mucho en el feminismo es que la maternidad será deseada o no será. Es decir, que la maternidad es por decisión, no por imposición, por presión, porque nos dijeron que era una obligación hacerlo”, enfatiza. (BOLETÍN DE LA UNAM)