La emergencia sanitaria nos permitió avanzar diez años en términos de habituarnos al uso de la tecnología; lo mismo ocurrió con las universidades, profesores y alumnos quienes tuvieron que adaptarse a las clases en línea, no fue opcional. “Debemos volvernos más alfabetizados en términos digitales para ser más proactivos”, expone.
Si esa situación hubiera ocurrido una década atrás, no hubiera sido posible ejecutar lo que hoy nos podemos realizar con las tecnologías de la información y comunicación (TIC); la brecha digital habría sido mayor, porque “a pesar de que la tecnología ya existía, no estaba lista”, añade.
De acuerdo con la Encuesta Nacional sobre Disponibilidad y Uso de Tecnologías de la Información en los Hogares (ENDUTIH) 2019, 70.1 por ciento (80.6 millones) de la población de seis años o más en México es usuaria de internet y 20.1 millones de hogares (56.4 por ciento del total nacional) disponen de conexión.
Este estudio elaborado por el Instituto Nacional de Estadística y Geografía, en colaboración con la Secretaría de Comunicaciones y Transportes, y el Instituto Federal de Telecomunicaciones, de la población con estudios universitarios 96.4 por ciento se conecta a la red, lo mismo hace 59.1 por ciento de personas con educación básica.
Con motivo del Día Mundial de Internet, que se conmemora el 17 de mayo, Rodríguez Abitia señala: en el año 2000 había 5.1 por ciento de penetración de las TIC; una década después pasó a 31 por ciento; en 2015, a 57.4 por ciento, y en este momento vamos en más de 70 por ciento. “Lo más probable es que en los próximos dos años tengamos una cobertura casi total”.
Sin embargo, precisa, persiste la brecha digital, porque un asunto es que la gente tenga acceso a internet, y otro muy diferente que lo haga de manera adecuada. “Claro que hay brecha digital pero no por la cifra fría del porcentaje de población con acceso a esta herramienta, sino por el aparato que se usa para conectarnos”.
En ese sentido el universitario añade que la Endutih reporta que una parte importante de los usuarios se conecta a través de su smartphone. “Para empezar la mayoría de ellos tiene minutos limitados por prepago y con esta herramienta no se puede hacer todo lo que una computadora nos permite. Para un estudiante, por ejemplo, es difícil tomar clases a través de estos dispositivos; entonces, una cosa es que tengan internet, pero otra que tengan el acceso correcto”.
Al referirse al lugar que México ocupa en el mundo en términos de acceso, Rodríguez Abitia menciona que de acuerdo con Networked Readiness Index, del Foro Económico Mundial, el cual mide, entre otros aspectos, el grado de preparación de un país para aprovechar las TIC en pro del desarrollo y de la mejora de la calidad de vida de la gente, nuestra nación se ubica en el sitio 57 de 121 economías.
Es decir, nos situamos más o menos a la mitad de la tabla, y dentro de América Latina ocuparíamos el lugar número cuatro, después de Chile, Uruguay y Costa Rica.
Dentro de las estrategias urgentes para garantizar la conectividad, el académico propone hacer accesibles la tecnología y los dispositivos; fortalecer la infraestructura a nivel nacional; acceso libre a las áreas públicas o en comunidades remotas, así como proveer incentivos para la innovación; además de promover servicios asociados como hacer gobierno electrónico –aplicación de las tecnologías de la información y conocimiento a la administración pública–, a fin de impulsar el uso de las tecnologías y con ello la alfabetización digital.
CIBERSEGURIDAD
Mientras más dependemos de internet para realizar nuestras actividades, más vulnerables nos volvemos. Es decir, es mucho más sencillo que ahora se suplanten identidades, hackear información sensible o haya violación de privacidad de datos, aclara.
En ese sentido, Rodríguez Abitia advierte que la ciberseguridad cobra relevancia, toda vez que debemos ser cuidadosos con el uso de contraseñas: “ya pasaron aquellas épocas en las que elegía como password mi fecha de cumpleaños o pegaba una nota adhesiva con el nombre de mi mascota para recordar mi contraseña; debemos tener una cultura informática mucho más fuerte o segura, aprender a hacer contraseñas más fuertes y cambiarlas cada determinado tiempo, la gente dice que siempre usa la misma porque si no se le olvida”.
Y agrega: “si no me quiero exponer en las redes sociales, no subo mi información personal a ellas. Simplemente utilizo los medios para aquello que creo que es necesario y donde el riesgo es menor, pero si voy a publicar mi vida me expongo a que me conozcan y que en un momento dado sepan mis vulnerabilidades”.
Desdichadamente, existen delincuentes en busca de eso, así como hay análisis de información, big data e inteligencia artificial para el bien, también lo hay para hacer el mal. Entonces, debemos cuidar de no exponer los temas sensibles de nuestras vidas, sugiere. (Boletín de la UNAM)