Mecanismo de disposición personal, construcción de la subjetividad, de darle forma al propio cuerpo en la búsqueda de identidad personal, opinó David Gutiérrez Castañeda, profesor de Historia del Arte en la Escuela Nacional de Estudios Superiores (ENES) Morelia de la UNAM.
Pasamos del viejo estigma hacia la formalidad, lo cual no quiere decir que sea bien o mal visto, simplemente es una forma de acercamiento hacia la comunidad, señaló el sociólogo Héctor Castillo Berthier, del Instituto de Investigaciones Sociales de esta casa de estudios.
Históricamente, junto con otros signos como las estratificaciones, las prótesis y la manipulación de labios y orejas, han sido procesos rituales, formas de disciplina y control, de diferenciación de clases sociales y de organización sexo-genérica de los cuerpos.
Los tatuajes han tenido uso simbólico desde culturas antiguas en diferentes sociedades. Los usaban los grupos prehispánicos aztecas, mayas y amazónicos, los cuales acostumbraban también perforarse y hacerse incrustaciones; además, en oriente los maorís y otros grupos de las islas del Pacífico.
En la época moderna, ese paso entre oriente y occidente se da con los navegantes y los marineros, que empiezan a tatuarse y llevar esta moda hacia Estados Unidos.
Durante mucho tiempo se le marcó y dio un carácter negativo. Los tenían marineros o la gente que estaba en las cárceles. En la cultura occidental, durante algunas épocas, al solicitar un empleo o entrar a ciertas escuelas te pedían que no tuvieras tatuajes. Era motivo de rechazo aceptado por la mayor parte de la población, explicó Castillo Berthier.
A partir de 1950 esto ha cambiado y se ha venido resocializando, así que hoy tenemos un paso del estigma hacia la formalidad, consideró el especialista.
NUEVAS FORMAS DE IDENTIDAD
Hacia finales de la década de 1970 e inicios de los 80 hubo una movilización mundial fuerte de la Mara Salvatrucha, un grupo de jóvenes salvadoreños rapados, con tatuajes vistosos en cara y cuerpo. Se pintaban una leyenda que decía: “Dios mío, perdóname por mi vida loca”, y en los ojos pequeñas lágrimas que significaban el número de asesinatos que habían cometido. Tenían una construcción física de violencia, informalidad y delincuencia.
“A partir de que los mareros comenzaron a marcar su cuerpo, a exhibirse y mostrarse, vino una aceptación enorme entre las comunidades juveniles. Desde finales de los años 80 y principios de los 90 se volvieron muy populares. Hoy lo que tenemos es una profusión enorme de tatuadores; es una moda que aparece en las televisiones, en las revistas, con los artistas y los jugadores de futbol”, señaló Castillo Berthier.
Para el sociólogo, “tenemos ese paso de la historia, de la parte ritual, a la parte popular en donde todo mundo lo puede hacer. Hoy los tatuajes ya no tienen tanta carga simbólica, son una moda. Se perdió el sentido simbólico y adquirió uno más directo de la personalidad y el gusto; generan nuevas formas de identidad, ya no está mal visto alguien con tatuajes”.
El historiador del arte Gutiérrez Castañeda sostuvo que el tatuaje tuvo un resurgimiento a partir de la década de 1950, cuando en el sistema capitalista hubo una “liberalización de los cuerpos”, donde cada uno puede preguntarse por su ser y sus propias significaciones.
“Encontramos la posibilidad de que el cuerpo no es que deje de estar regulado biopolíticamente, sino que hay márgenes en los que uno puede manufacturarse el cuerpo que uno desea”, señaló.
El profesor de la ENES Morelia explicó que hoy el tatuaje aparece como un mecanismo personal de diferenciación y resignificación de la propia subjetividad.
Los temas son diversos y la demanda permanente es de figuras de águilas, guerreros y leones. También hay referencias a símbolos antiguos, como las grecas prehispánicas y signos orientales; además de mensajes directos o encriptados de la cultura popular, como personajes de cómic o de personas famosas.
Es una búsqueda de identidad; cualquier elemento que refuerce o impulse tu identidad será para ti bienvenido y una forma de decir aquí estoy, y así es como me quiero reflejar y como quiero que me vean, puntualizó.
De acuerdo con Gutiérrez Castañeda, no solo los tatuajes, sino toda la configuración del cuerpo, son formas en que se construye la cultura democrática del presente.
LOS RIESGOS
Paula Torres Camacho, dermatóloga de la División de Estudios de Posgrado de la Facultad de Medicina de la UNAM, expresa que la técnica con microagujas puede ocasionar una reacción inflamatoria importante, y con esto dejar una cicatriz marcada que, inclusive, propicia que el tatuaje no se quede en la piel, sino que se desvanezca.
Además, en condiciones no adecuadas de higiene, se puede adquirir alguna infección como hepatitis, herpes simple, el virus del papiloma humano o el virus de inmunodeficiencia humana (VIH). Siempre existe el riesgo de contagiarse de una infección por vía sanguínea, subrayó.
El tatuaje es una laceración en la piel, una herida que se va creando de tal manera que a través de microagujas se deposita la tinta en las diferentes capas de la piel, principalmente en la dermis, para que permanezca con el tiempo, de ahí que a veces las células que identifican algo extraño tienen reacción inflamatoria o de rechazo a la tinta.
Es importante no hacerlos en zonas de piel delgada como pliegues, cara y genitales; dar preferencia a sitios de piel gruesa como brazos, piernas, espalda y pecho.
“Siempre tenemos que fijarnos en las condiciones del lugar, en el tatuador, que tenga alguna preparación para saber en dónde va la tinta, que tipos de tinta utilizar y que sean confiables, que se tengan las condiciones de higiene adecuadas, las agujas estériles y los cuidados postatuaje, que incluyen lubricación y protección del Sol”, recomendó.
En la consulta médica se ven algunos casos, sobre todo de inflamación grave que hace costra y puede levantar el tatuaje; a veces hay rechazo, infecciones por verrugas virales sobre los tatuajes y algunas micobacteriosis. Las micobacterias (son parecidas a la bacteria de la tuberculosis, pero causan infecciones cutáneas) se presentan, generalmente, por mala técnica, agujas no estériles o tintas contaminadas.
La especialista comentó que quitarse un tatuaje vuelve a ser un procedimiento invasivo donde se causa quemadura para extraer la tinta. El riesgo es que quede alguna cicatriz, que no se quite el tatuaje en su totalidad o que quede una quemadura o mancha sobre la piel.
“Toda la piel se regenera, pero en la dermis tenemos las fibras de colágeno que influyen el proceso de cicatrización. Puede haber cicatrices de tipo hipertrófico o queloide (son las que dejan una marca gruesa y marcada), eso depende del tipo de piel y de la forma de cicatrizar. Por eso antes de hacerse un tatuaje hay que saber cómo cicatrizamos y que no tengamos riesgo de una cicatriz queloide, saber que podemos tener alguna reacción de rechazo a las tintas y elegir la localización para hacerlos”, argumentó.
Torres Camacho detalló que para realizarse uno, se debe acudir a lugares confiables, higiénicos, con tatuadores experimentados, que orienten sobre la tinta. Por ejemplo, las que causan menos reacciones son las negras y azul marino. Las que más ocasionan son las que contienen cromo, magnesio y mercurio: amarilla, rojiza o azul claro.
Los pigmentos son minerales con metales, lo cual ocasiona que permanezcan y que el cuerpo reaccione ante un agente ajeno al organismo
En los casos de piel tatuada, Torres Camacho recomendó mantenerla humectada con cremas y protector solar porque el recambio celular que experimenta ocasiona que la tinta se haga superficial y que paulatinamente se desvanezca.
EL TATUAJE EN LA HISTORIA
Castillo Berthier señaló que el principal contacto entre Oriente y Occidente respecto a los tatuajes se dio con los marineros llegados a la Polinesia, quienes comenzaron a tatuarse y extendieron esta costumbre por Estados Unidos.
Después, fue común entre prisioneros y ello le llevó a tener grupos socialmente estigmatizados. A partir de esa fecha se popularizó sobre todo en jóvenes y celebridades del cine, la televisión, cantantes como los roqueros de los sesenta, deportistas como jugadores de futbol, béisbol, futbol americano, boxeadores.
La palabra tatuaje viene del polinesio “Ta” que significa “golpe”, que a su vez evolucionó en la palabra tahitiana “tatau” que significa “marcar algo”. Es por ello que en la época moderna los tatuajes se asocian con la Polinesia.
El vestigio más antiguo se encuentra en una momia de un glaciar de los Alpes ubicados en la frontera entre Austria e Italia, que tenía la espalda y las rodillas tatuadas. Vivió durante la Edad de Cobre, un periodo del Neolítico tardío, hace aproximadamente tres mil 250 años. Es conocido como la momia Ötzi, “el hombre de hielo”, y se encuentra en el Museo de Arqueología del Tirol del Sur en Bolzano, Italia.
Un prolífico pueblo tatuador fue el polinesio, donde llevaban a cabo esta práctica con sus pobladores de manera paulatina desde pequeños, hasta que, al ir creciendo, no quedara ningún área del cuerpo sin tatuajes. La función de esto era asustar a los enemigos.
Este arte fue practicado en el antiguo Egipto, por lo menos desde los años 2040 y 1782 a. C., durante el Imperio Medio. Parece que los tatuajes se los hacían únicamente las mujeres como símbolo de una clase inferior a la que pertenecían las bailarinas y prostitutas.
En otras culturas antiguas como Grecia y Roma eran utilizados como símbolos de culto hacia una deidad, como marca que simbolizaba servidumbre, señal de un tipo de actividad o para recibir protección.
En Japón lo practicaron desde el siglo V a. C., donde era símbolo de las clases sociales altas y decoraban sus cuerpos con pequeñas obras de arte.
En esta nación también se identifica con el grupo criminal Yakuza, que tatúa extensamente su cuerpo. Cabe señalar que el origen de esta práctica se encuentra en China, donde en el siglo VIII a los criminales se les empezó a marcar con tinta permanente en la piel, como una forma de castigarlos e identificar el conjunto al que pertenecían.
En el artículo “Alteraciones culturales en el cuerpo”, de la revista Estudios Mesoamericanos, Josefina Bautista Martínez, profesora investigadora en el Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), relata que entre los habitantes del México prehispánico alterarse de distintas formas el cuerpo fue una costumbre muy difundida.
Las causas de estas modificaciones, agrega la autora, fueron varias; algunas están relacionadas con sus festividades, otras con ciclos agrícolas y algunas más con ciclos de vida. Fue común que celebraran alguna festividad o acontecimiento natural, pintándose la cara y el cuerpo con diseños y colores específicos y efectuaran algunas dantas.
Bautista Martínez establece en el texto que también acostumbraban hacerse escarificaciones sobre la piel de la cara, brazos o piernas. Asimismo, era común deformarse la cabeza, limarse y/o incrustarse piedras semipreciosas en los dientes anteriores. Hay evidencias de estas prácticas culturales en sellos de cerámica, figurillas, cráneos, dientes y relatos de cronistas. (Con información de la UNAM)