En ocasión del Día de Muertos, el titular del Laboratorio de Paleozoología del IIA, destaca que la creencia de que diversos animales son mensajeros de la muerte o que traen malos presagios tiene su origen durante la Colonia, cuando costumbres tradicionales se mezclaron con el pensamiento de los conquistadores.
“La más relevante asociación entre un humano difunto y algún material o elemento de la naturaleza serían los perros, porque llegaron tan temprano a la historia humana (entre 15 mil y 18 mil años) que el hombre no tiene conciencia de lo que es la vida humana sin el perro… en un esquema tan intenso, tan íntimo que para el hombre era parte de los grupos, como si fuera un humano más”, subraya.
Uno de los autores de “Viaje al inframundo: las ciencias y la muerte”, recuerda que uno de los entierros humanos más interesantes en América fue encontrado en Hidalgo y data de hace cinco mil años. Se trata de una cueva llamada del Tecolote donde se descubrieron dos inhumaciones, en los cuales hay media docena de perros.
Se piensa que las personas fueron sacrificadas en honor a la montaña y los canes quedaron a un lado como sus guardias y protectores del espacio sagrado; es decir, el papel del animal fue acompañarlas y mantener la sacralidad del sitio, comenta.
INFLUENCIA COLONIAL
En el universo prehispánico no existe el concepto de bueno o malo, por lo cual al referirse al mundo vivo o al inframundo no se hace referencia a un espacio de bienestar o a uno de sufrimiento, se refiere a un nivel que se mueve en una condición dual, dinámica entre uno y otro, que corresponde al sentido binario que formaba el pensamiento de las civilizaciones originarias.
En este ámbito, precisa Valadez Azúa, organismos como la mariposa representan esa dualidad, y su presencia estaba relacionada con las fases de vida, pero al momento de desaparecer, por las migraciones o muerte, solo quedan las orugas, una muestra de que se vuelve a entrar en un nuevo ciclo.
Además, los lobos eran la contraparte de lo que podría ser un animal diurno, como el águila, porque representaban el espacio nocturno, el ligado al inframundo. En el esquema donde el día está en manos de Quetzalcóatl, la noche en manos de Xolotl, el cánido de excelencia para el espacio nocturno es el lobo. También se habla de animales como los jaguares, relacionados con las estrellas.
Valadez Azúa narra: “Hemos podido ver en Teotihuacan entierros donde aparecen animalitos como las comadrejas, que son bastante hábiles y muy buenos para la cacería, sobre todo de aves de corral. En el sitio de Teopancazco encontramos, en un entierro… el cráneo de una comadreja, pero que estaba cortado, probablemente era un dije”.
En otro caso también se identificó el cráneo de un murciélago, asociado con los restos de un difunto, por lo que formaba parte del simbolismo que se consideraba fundamental para el momento de partir a su otra vida, abunda el experto.
Durante el periodo de la Colonia, con la influencia occidental, se le dio al espacio nocturno un sentido de temor, de espíritus malignos que deambulan tratando de apoderarse de la gente buena, de la que no se cuida y posiblemente de ahí vengan varias de esas historias donde se liga a los animales que pertenecen a la noche con aspectos que tienen que ver con la magia y hechicería, destaca el universitario.
Por ejemplo, las lechuzas y otras aves cuyo graznido en la época prehispánica indicaba que alguna persona moriría, pero la realidad es que no importaba si se trataba de aves diurnas, sino del cambio de un trinar a un graznido. En ese caso, la cuestión nocturna no sería tan relevante como el sonido, hasta que llega el tiempo colonial.
A partir de este periodo las mariposas nocturnas son vistas como animales malignos, símbolos de la muerte, que llevan algo de magia o hechicería. Aunque puede ser un poco molesta su presencia, sobre todo cuando empiezan a revolotear y las personas gritan y piden ayuda porque dicen que trae malas noticias, enfatiza Valadez Azúa.
Los animales no suelen estar en las ofrendas, pero hay comunidades que creen que éstos acompañan a las almas en el Día de Muertos, el 1 y 2 de noviembre, celebración para recibir a los difuntos, la cual es reconocida, a partir de 2003, como Patrimonio Inmaterial de la Humanidad.
La Unesco refiere que abarca a todo el país y se recuerda a los adultos y a los niños, a quienes se recibe en los panteones o en las casas con flores de cempasúchil, veladoras, comida, dulces y agua para que traigan abundancia (si les gustó) o desdicha, en caso de que no les resulte satisfactoria su visita. (Con información de la UNAM)