Al ofrecer la conferencia de medios a distancia “Ómicron: una mirada a la seguridad internacional”, los expertos en relaciones internacionales, seguridad y economía recordaron que cada nación tiene un presupuesto público que le permite decidir qué tanto invierte en vacunas, educación o carreteras, por lo que se han visto rebasados en sus gastos y objetivos, sobre todo aquellas que no tienen ni siquiera acceso al agua, como en Sudáfrica.
La coordinadora del Programa Universitario de Estudios sobre Asia y África, Alicia Girón, consideró: lo que se requiere es volver a replantear la Agenda 2030 e impulsar políticas públicas en beneficio de la población.
La economista destacó que, pese a la recesión mundial, las farmacéuticas incrementaron considerablemente su rentabilidad. Algunas de ellas como Moderna y BioNTech aumentaron en mil 701.8 y 938.2 por ciento, respectivamente, sus activos.
Es decir, sus acciones en las bolsas de valores pasaron de cotizarse en 2019 de 19.56 dólares a 352 dólares en 2021; en el caso de Moderna, Pfizer, Johnson & Johnson y AstraZeneca ocurre algo similar.
Con ella coincidió María Cristina Rosas González, de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales, quien precisó: aunque se sabe que Sudáfrica ha buscado adquirir vacunas de distintos proveedores, esa no es la única prioridad que tiene en este momento, porque enfrenta una combinación fatal relacionada con el desarrollo político y económico. “Dos cepas de COVID surgidas de Sudáfrica es una llamada de atención a lo importante, que es tener una visión integral del desarrollo”.
La internacionalista con especialidad en Epidemiología Analítica y Diplomacia recordó que el 30 de noviembre pasado, el grupo de seguimiento determinó que Ómicron es de preocupación debido a lo rápido que ha desplazado a Delta en Sudáfrica. De tres a cuatro días se duplican los contagios, mientras que en las variantes anteriores podían pasar de 12 a 14.
De acuerdo con datos del Vaccination Tracker, del New York Times, apuntó, 57.6 por ciento de la población mundial ha recibido al menos una dosis de vacuna contra el SARS-CoV-2 y en Sudáfrica solo 26 por ciento cuenta con el esquema completo; es decir, una de cada cuatro personas.
En ese país se incrementaron las hospitalizaciones de menores de edad, quienes, junto con los mayores de 60 años, se han visto afectados por la COVID-19. Además, enfrenta el reto de ofrecer atención a una población de 60 millones de habitantes, de la cual se estima que 7.7 millones padece VIH/SIDA, uno de cada ocho.
A su vez, el director del Centro de Estudios Mexicanos (CEM) de la UNAM en Sudáfrica, Arturo Mendoza Ramos, agregó que, en países con altos niveles de desigualdad como Sudáfrica y México, la enseñanza tiene un papel clave.
Si estas cepas se están produciendo en esas naciones o están mutando es porque hay problemas de salud; sin embargo, las personas tampoco están tomando las medidas necesarias. En estratos sociales medios altos tienen más precaución, pero en las comunidades rurales no creen que exista una epidemia, comentó.
El experto destacó que en zonas rurales la gente acude a mercados sin cubrebocas, no tiene gel antibacterial y con frecuencia carecen de agua. Hace siete años, rememoró, la Ciudad del Cabo se quedó sin el vital líquido y se debió racionar a una cubeta de 25 a 50 litros por familia. Se tienen problemas ambientales, económicos, de agua y salud que también deben solucionarse. (Con información de la UNAM)