En entrevista, la especialista señaló que el mayor número de personas menores de 18 años se han visto afectadas o relacionadas en problemáticas como violencia doméstica, explotación sexual infantil, desapariciones, migración y crimen organizado.
El maltrato infantil corresponde a cualquier forma de abuso o desatención que afecte a un menor de 18 años: daño físico o afectivo, abuso sexual, desatención, negligencia y explotación comercial o de otra índole que pueda ir en perjuicio de su salud, desarrollo o dignidad.
La Convención sobre los Derechos del Niño, aprobada por la Asamblea General de las Naciones Unidas en 1989, en su artículo 19 establece que los Estados miembros deben adoptar medidas para proteger a los infantes de toda forma de violencia, abuso o explotación.
Según la Organización Mundial de la Salud, se estima que cada año 40 millones sufren algún tipo de violencia en el ámbito familiar; destaca que esta situación les causa sufrimiento y también tiene consecuencias negativas a largo plazo en su salud física y mental, además de su desarrollo cognitivo y social.
Se considera un grave problema social que daña a todas las esferas, debido a que perpetúa ciclos de agresión y limita el potencial de las generaciones futuras.
Datos del Fondo de Naciones Unidas para la Atención de la Infancia indican que México es el segundo país en el mundo donde se cometen más agravios en contra de menores de edad.
Al respecto, Ruiz Serrano refirió que gran parte de las acciones consideradas como maltrato infantil son perpetradas por cuidadores o personas que tienen alguna relación con la niña, niño o adolescente.
En México, precisó, además vivimos violencias de carácter estructural que atentan contra su desarrollo integral, en donde la pobreza desafortunadamente es, quizá, la más grande.
En territorio nacional hay aproximadamente 40 millones de personas en el rango de 0 a 18 años, y de ellas la mitad vive en situación de pobreza, por lo que no pueden cubrir sus necesidades a cabalidad; mientras que, en la población de niñas y niños de origen indígena, nueve de cada diez no logran ejercer sus derechos fundamentales, alertó.
Tenemos, enfatizó, una somatización en el ámbito doméstico en donde se pueden expresar los atropellos a partir de diferentes condiciones como puede ser omisión de cuidados, negligencia o abuso corporal como medida de crianza, el cual se ha comprobado que está lejos de ser un acto disciplinario y atenta contra su progreso psicosocial.
Prevención y erradicación
Para la universitaria es indispensable impulsar programas de máximo cuidado, tomando como base algunas prácticas de protección colectiva que se llevaban a cabo desde épocas prehispánicas.
Al realizar el estudio de lo que para nuestros pueblos originarios significaba ser niño o niña, me encontré con situaciones valiosas; por ejemplo, que en la época de los aztecas las niñas y los niños eran considerados seres de luz.
Por ello, cuando una mujer se sabía que estaba embarazada, todo el clan la protegía y cuidaba bajo la premisa de que los infantes eran una especie de conectores con las diferentes deidades, recordó Ruiz Serrano.
De acuerdo con la experta, sería de gran ayuda retomar esas prácticas en donde el cuidado no esté pensado únicamente a partir de la relación ética entre madre e hijos, sino que se pueda redefinir el papel que juegan las redes de apoyo social y los contextos comunitarios.
También hay que recuperar los espacios públicos para que vivan en escenarios de seguridad. Tenemos que reflexionar en la academia sobre lo que hemos dejado de hacer como sociedad para encaminarnos a su mayor protección, recomendó Ruiz (Boletín de la UNAM)