Con motivo del Día de la Niña y del Niño señala que lo importante no es darles juguetes ni lo costoso que sean, sino el tiempo que compartan con sus padres, con quienes son responsables de ellas y ellos, que puedan conectar con sus momentos de infancia, incluso enseñarles sobre ciertos juguetes que se vuelven a poner de moda.
En el ámbito clínico, cuando invitamos a los papás a esta parte de la sesión en la que tienen 20 minutos para la recreación, es un momento de plenitud y goce de ambas partes, asegura.
El juego es una conducta innata, parte del comportamiento de la especie, particularmente de los mamíferos. “Es un ejercicio que nos ayuda a prepararnos hacia las experiencias que se pueden vivir en las etapas adultas”, indica la universitaria.
En el humano este proceso es más tardado y cambia conforme va creciendo. Aprende diferentes habilidades -físicas, cognitivas, de lenguaje, afectivas- que, con el paso del tiempo, se convierten en competencias.
La integrante de la Coordinación de Psicología Clínica y de la Salud detalla que el juego produce placer porque experimentamos nuestras destrezas y que somos capaces de generar “algo en otros”. Nos facilita reconocer nuestra autoestima.
De igual forma, apunta que para reconocer qué tipo de pasatiempos y juguetes son los más apropiados para cada niña o niño se requiere observar cuáles son sus cualidades y gustos. No tienen color ni género, cada quien puede divertirse con lo que quiera mientras esto sea saludable, en pro de su desarrollo, que proporcione empatía y promueva su colaboración con sus pares.
Proceso acumulativo
La experta de la UNAM refiere que los bebés inician el aspecto lúdico reconociendo, probando cosas; al iniciar el proceso de desplazamiento y del lenguaje aumenta su exploración en diferentes espacios.
A los tres años, cuando ingresan a preescolar, empieza la socialización a través del juego y de la fantasía, prueban roles -de maestra, doctor, bombero- y empiezan las imitaciones de la vida adulta que provienen de sus figuras de autoridad, amor y de quienes les ayuden a crecer.
En la etapa escolar hay entendimiento de las reglas, de saber qué se puede o no hacer; que al cumplir reglas y turnos se permite que la dinámica avance y empiezan a interactuar con algunos más complejos como los de mesa o de patio. “Les permite entender que el mundo tiene reglas, que es social, es interacción y eso los va preparando para la adolescencia”.
Asimismo, mayor vinculación con otros y pueden tener conductas más empáticas, prosociales. “Empiezan a reconocerse físicamente, explorar actividades deportivas, trabajar en equipo, colaborar”.
La académica expone que las infancias tienen que acercarse a la tecnología y sus cuidadores deben aprender a gestionar qué es saludable para su desarrollo, reconocer que no todos los entretenimientos ni todos los aparatos son apropiados y mucho de ello depende de la edad, el acompañamiento y las temáticas o contenidos.
“Afortunadamente se ha hecho mucho trabajo por quienes producen un videojuego o alguna aplicación, y se indican los límites de edad para este, si requiere supervisión, lo que ayuda a las paternidades a saber sí es apropiado o no o cuánto tiempo es pertinente estar dentro de las tecnologías”, acota. (Con información de la UNAM)