La universitaria aclaró que no todos los individuos obesos son comedores compulsivos: estudios reportan que entre 16 y 51 por ciento de los pacientes con sobrepeso y obesidad que acuden a consulta presentan trastorno por atracón.
Sin embargo, dijo, si las cifras mencionadas se toman como punto de referencia, junto a las tasas de obesidad se podría pensar que la prevalencia del comer compulsivo va en aumento.
En México, en 2012 la prevalencia de sobrepeso y obesidad en adultos de 20 años o más fue de 71.28 por ciento, y en 2016 se incrementó a 72.5 por ciento. El aumento progresivo de estos males y sus consecuencias en la salud física (diabetes, hipertensión y afectaciones óseas, musculares, gástricas y endocrinológicas) y mental los convierte en factores de riesgo con gran impacto en los sistemas sanitarios.
El rango de edad de las personas con trastorno por atracón se ha ampliado: hasta hace unos años era más común en la adolescencia tardía y la adultez temprana, pero ahora gente más joven y personas mayores lo presentan.
Su origen no es del todo claro, aunque se sabe que algunos factores personales, sociales, cognitivos y neurológicos pueden contribuir a una desregulación emocional que produce malestar y ansiedad; en consecuencia, algunos individuos buscan la regulación a través de la comida, que les provee sensaciones momentáneas de tranquilidad, satisfacción y bienestar, pero después se sienten culpables y se eleva su frustración, y así se convierte en un círculo vicioso.
A diferencia de la bulimia, en donde también hay atracones, el comedor compulsivo no tiene conductas compensatorias como provocarse el vómito; utilizar laxantes, diuréticos y enemas; o hacer ayunos prolongados o ejercicio excesivo.
Silva Gutiérrez recomendó estar atentos ante señales como cambios en los hábitos de alimentación, depresión, aislamiento social, aumento de peso, irritabilidad y ansiedad.
PROBLEMA GRAVE DE SALUD
La universitaria consideró importante informar a la población sobre el tema, pues los trastornos de la conducta alimentaria son problemas graves de salud y no pueden resolverse con simple voluntad.
“Para un diagnóstico acertado, el especialista debe tener la sensibilidad y los conocimientos para reconocer si un obeso sufre o no de estos trastornos, y en función de ello decidir el tratamiento, que puede ser psiquiátrico, porque los niveles de ansiedad y depresión frecuentemente son tan altos que es necesario regularlos con fármacos; y psicológico, para trabajar en la modificación de la conducta”.
A manera de prevención, invitó a tener una buena relación con la comida: alimentarse adecuadamente, sin restringirse ni excederse.
“Es preciso no estigmatizar la obesidad ni los hábitos alimenticios, sino proporcionar herramientas que nos permitan tener conductas adecuadas, mostrar las ventajas de una vida saludable y dejar claro que lo importante no es el peso en sí mismo, sino el bienestar”, concluyó.