La prevalencia de TAP es mayor en hombres que en mujeres, probablemente porque en el diagnóstico se acentúan rasgos de agresividad, socialmente relacionados con la conducta masculina; entonces, ellas podrían estar infradiagnosticadas, afirmó Salvador Chavarría Luna, académico de la Facultad de Psicología (FP) de la UNAM.
Edad temprana
El TAP es común en los delincuentes. Se estima que 50 por ciento de los reclusos sufren este trastorno. No obstante, aclaró el universitario, no todos los infractores son psicópatas, ni todos los psicópatas son delincuentes.
“La psicopatía es un problema específicamente con las emociones; quienes la padecen presentan una despreocupación por los sentimientos de los demás, y aunque reconocen que las acciones son inapropiadas, no son empáticos y minimizan las consecuencias”.
Estas conductas, reiteró, pueden ser detectadas y tratadas desde la infancia. Si una madre es ofendida o lastimada por su hijo, quien sólo modera su conducta para evitar un castigo, no por entender que hizo mal, debe encender las luces rojas y pensar que está ante un posible caso de TAP.
“Al identificar síntomas de este trastorno en niños debemos observar cómo socializan o se adaptan a las normas sociales, y procurar generar en ellos empatía para evitar el desarrollo de psicopatías”, explicó el especialista.
En tanto, si un adolescente infringe la ley sin importarle el daño que provoca, es un caso de TAP, pero si además disfruta por su proceder, no siente empatía y su comportamiento es constante, tiene rasgos psicopáticos.
De acuerdo con el especialista, existen dos tipos de agresión: la reactiva y proactiva. La primera es una reacción a un estímulo: me pegan y yo pego, aunque hay niños con autorregulación emocional que controlan sus impulsos y responden de otra forma.
En cambio, la proactiva es una característica de los trastornos psicopáticos, donde se daña con intensión de obtener beneficio, se violan los derechos de los demás y pasan por encima de sus emociones.
Diagnóstico
“Para diagnosticar TAP se elabora una historia clínica del paciente, hablamos con los padres, nos apoyamos en pruebas psicológicas; en las terapias ayudamos a los niños a entender lo que sucede, resaltamos las acciones positivas e inhibimos aquellas que los pongan en riesgo. Buscamos que tenga regulación emocional y que aprendan a reaccionar a distintos estímulos de enojo para mejorar el manejo de la agresión y evitar que su conducta llegue a otras escalas”.
En México, concluyó, hacen falta instrumentos clínicos para abordar este tipo de afecciones, porque el tratamiento es complejo, y una vez que el trastorno psicopático se presenta, es difícil lograr un cambio en la persona, “por eso lo mejor es prevenir”. (Boletín de la UNAM)