De acuerdo con los especialistas, este grupo de la sociedad no tiene pleno conocimiento y ejercicio de sus derechos sexuales y reproductivos, lo que se vincula de manera directa con dicho problema de salud pública.
Los catedráticos Pablo González Ulloa, Laura Pedraza Álvarez, Maura Roldán Álvarez y Néstor Sánchez Hernández coincidieron en que la vulnerabilidad social es un concepto multidimensional que involucra los ámbitos socioeconómico, familiar y escolar, así como el entorno de inseguridad y violencia donde se desenvuelven los jóvenes de bajos recursos.
Al presentar los avances de la investigación “Ciencia básica, vulnerabilidad social y embarazo adolescente en la Ciudad de México”, los científicos sociales señalaron que aunque se han establecido campañas y una estrategia pública nacional para prevenir esa situación, se carece de un diagnóstico específico para comprender lo que en realidad piensan y requieren los jóvenes.
Sánchez Hernández comentó que como parte de este trabajo se detectó que los derechos sexuales y reproductivos no forman parte del imaginario de los adolescentes, lo que condiciona su actividad sexual. Además, existe un mito en torno a un mayor número de embarazos prematuros por falta de información sobre los métodos anticonceptivos. “En promedio, 90 por ciento de los adolescentes sabe de ellos, el problema es el acceso o desconocimiento de su uso”.
Por otra parte, la mayoría sí recurre a los padres en primera instancia para hablar de sexualidad, pero consideran que el primer acercamiento no fue fructífero porque no fue más allá del simple consejo “cuídate”, lo que los obliga a recurrir a Internet en busca de información, “que suele ser inexacta”.
Por su parte, González Ulloa expuso que ante la falta de oportunidades laborales o de estudio, para las jóvenes tener un hijo tiene un significado importante, en particular entre la población de estrato socioeconómico bajo. “Ni el Estado, la sociedad o la familia ofrecen a este grupo poblacional un plan de vida específico, por lo que el embarazo representa una salida”.
La especialista Laura Pedraza Álvarez dijo que entre las jóvenes que participaron en el estudio, una parte importante argumentó no utilizar ningún método anticonceptivo, y otras que junto con su pareja habían planeado tener un bebé sin considerar el impacto de este hecho en sus vidas.
En el rango de 15 a 19 años de edad, 14 por ciento de los jóvenes dijo no tener acceso a anticonceptivos o manifiesta temor colateral a tomarlos, y la compra por parte de las mujeres es aún un tema tabú, especificó.
Maura Roldán Álvarez puntualizó que para prevenir los embarazos en adolescentes es necesario planear talleres en donde no sólo se les hable de prohibiciones, sino del disfrute de su sexualidad, “en donde ésta sea parte del desarrollo humano y no un tema vedado. Además, se requiere una política integral que contribuya a mejorar las condiciones precarias en las que se desenvuelve gran parte de este segmento”.