Sin embargo, alertó, se detecta un declive en poblaciones de algunas especies y se piensa que esto se debe a la disminución de sus hábitats, así como al uso de agroquímicos que afectan a los insectos y alteran su cadena alimenticia.
Son más de 250 las especies que se suman a la fauna del país en esta temporada. Se estima que 3.5 billones regresan a sus territorios reproductivos en primavera.
“Es realmente impresionante ver cómo un cuerpecito tan pequeño, como el de un colibrí, que es el ave migratoria más pequeña, puede hacer estos desplazamientos y sobrevivir. Podría pensarse que todas las aves tienen el potencial migratorio, pero es un fenómeno evolutivo de cada especie”, explicó la también curadora de la Colección Nacional de Aves.
La migración de aves, prosiguió, es un fenómeno muy amplio, lo más vistoso son los patos o gansos que en grandes cantidades dejan sus áreas de reproducción en el norte y llegan a zonas más cálidas a pasar el invierno, pero hay también acuáticas, de presa y otros tipos de terrestres.
Gracias a las nuevas tecnologías es posible monitorear su recorrido, por ejemplo, con los radares del clima estacionados -143 en los Estados Unidos- a través de los cuales se les detecta, ya que muchas especies viajan de noche.
También, se les colocan transmisores que cuentan con GPS y al recuperarse, se obtiene una memoria la cual permite saber dónde estuvo el ave para trazar su ruta.
Además, se cuenta con información de voluntarios quienes realizan observaciones e integran sus datos a grandes bases como eBird o nuestro AvesMex, en las que identifican especies, lugar y fecha en que las vieron, lo cual sirve para reconstruir su ciclo de vida.
La especialista en ecología de la conservación expuso que en el continente hay cinco rutas de migración de las aves: la norte, la del centro, la del Golfo -que cruza el Istmo de Tehuantepec-; la del este -que se ubica por la zona de Florida y la Península de Yucatán-; y la que va del este de Estados Unidos hacia Sudamérica.
“Todas estas poblaciones agarran un frente frío y aprovechan el vuelo”, dijo.
Hay especies que están 10 meses en México y se van a reproducir al norte; otras se reproducen en nuestro territorio y luego migran al sur. Hay aves acuáticas tropicales que hacen movimientos estacionales dentro de Mesoamérica, en las lagunas en Centla y posteriormente vuelan hacia Belice. “Los mismos loros y guacamayas de la selva maya hacen estos movimientos que pueden ser estacionales”, agregó.
AMENAZAS
Escalante subrayó que es notoria la pérdida de hábitat para las aves y otras especies, pues cada vez se transforman más los bosques y diversos ecosistemas en espacios agropecuarios.
El año pasado, explicó, se hizo un reporte donde se calculó que de 10 billones de aves de 529 especies que se estimaban había en 1970 en Norteamérica, se ha perdido un 30 por ciento y los mayores declives –hasta 59 por ciento- se observan en aves playeras y aves de pastizales, debido a la transformación de los campos para producir biodiesel, a la aplicación de pesticidas, y en el caso de las costas, por el desarrollo urbano y turístico.
En contraste, con acciones de conservación en humedales se han recuperado las poblaciones de patos en el norte, y de aves rapaces.
Otra amenaza es el uso de agroquímicos porque afectan la cadena alimenticia de diversas aves. “Detectamos una disminución en las poblaciones, todavía no se sabe bien por qué, pero se sospecha que son los agroquímicos que alteran la cadena alimenticia, matan insectos que son alimento de las aves”, concluyó. (Boletín de la UNAM)