La directora del proyecto, la restauradora perito del Centro INAH Yucatán, Natalia Hernández Tangarife, refirió que los resultados obtenidos demuestran la capacidad del instituto y de sus especialistas para generar propuestas de impacto, con equipos interdisciplinarios.
Tal distinción, dijo, enaltece el trabajo de las 37 personas que participaron en sus diferentes etapas y actividades, realizadas de julio de 2022 a junio de 2023, como parte del Proyecto de conservación y restauración de la piedra labrada y acabados de estuco de la arquitectura Puuc, el cual incluye la conservación de los sitios de Kabah, Sayil, Labná, Xlapak, Oxkintok, Chacmultún y las Grutas de Loltún, el marco del Programa de Mejoramiento de Zonas Arqueológicas (Promeza), derivado del Tren Maya.
La arquitectura Puuc, explicó, se caracteriza por elaborados mosaicos de piedra labrada que recubren las fachadas de palacios y templos, entre los que sobresale el Codz Pop, cuya cara oeste, la cual mide 53 metros de largo por 7 de alto, presentaba diversos grados de deterioro, derivados del paso del tiempo y de su exposición al medioambiente.
“Esta fachada exhibe 125 mascarones completos, distribuidos en los muros y en un friso. Es el área con el mayor número de piezas, por lo que la mayoría de las labores se concentraron aquí”, puntualizó la especialista al informar que el ala norte contiene 26 mascarones, y la sur, 10, con lo que se estima que la estructura cuenta con un total de mil 400 piezas de piedra, cuidadosamente labradas.
Respecto a la interpretación iconográfica, Hernández Tangarife indicó que los mascarones se han relacionado con diferentes deidades: Itzamnaaj, dios celeste; Chaac, deidad de la lluvia y, más recientemente, con Witz, numen de la montaña sagrada. Cada mascarón está formado por 34 piezas labradas con bajorrelieves, que conforman cascadas de esta deidad y recubren la totalidad de los muros.
Respecto a las medidas de conservación realizadas en la fachada monumental, la titular del proyecto subrayó que, desde su descubrimiento, a finales del siglo XIX, este palacio fue sometido a diferentes procesos de investigación y reintegración arquitectónica, desde mediados del siglo XX, los cuales se enfocaron en restituir secciones de muros colapsados.
“En esta ocasión, el área de Conservación-Restauración del Centro INAH Yucatán se concentró en los mosaicos de piedra que no habían contado con un proyecto de atención integral”, relató.
Se determinó que el estado de conservación de los mosaicos era delicado, debido a que la piedra presentaba distintos grados de deterioro, algunas secciones mostraban afectaciones por biopelículas de líquenes, hongos o algas que se alimentan del sustrato pétreo; en otras, se observó pérdida de material, fracturas, disgregación y erosión, así como humedad, cristalización de sales en superficies y daños antropogénicos, posiblemente, derivados de intervenciones anteriores.
Las medidas de conservación incluyeron la identificación de estucos y policromías originales, así como de las juntas que unen los mosaicos; el registro del estado de conservación de los indicadores de deterioro que afectaban a cada mascarón, y la conservación directa por medio de la limpieza de microflora; consolidación de superficies disgregadas, unión de fragmentos, eliminación de los morteros de juntas de los mosaicos colocados en intervenciones pasadas, su posterior rejunteo con las características formales, texturales y tonales, como las originales; y recubrimientos de protección, entre otras.
Además, se realizaron intervenciones arquitectónicas, las cuales consistieron en reintegrar las cornisas desplomadas y mismas que protegen a los mascarones de caídas directas de agua, así como el reemplazo de dinteles de concreto por otros de madera, que brindan autenticidad al palacio al utilizar materiales acordes a los usados por sus creadores.
Hernández Tangarife explicó que en los mosaicos se encontraron pocas evidencias de policromías originales, las cuales se localizaron sobre lechadas de cal y juntas, con pinceladas de colores rojo, ocre y negro.
Por último, agradeció la colaboración interinstitucional del Laboratorio Nacional de Ciencias para la Investigación y Conservación del Patrimonio Cultural, de la Universidad Autónoma de Campeche, y del Instituto de Geología de la Universidad Autónoma de San Luis Potosí.