Son las 10 horas de un miércoles cualquiera, cuando este reportero aborda una de las unidades de transporte público que circula por el anillo periférico como los miles de usuarios que a diario utilizan el sistema Va y Ven, en Mérida.
El chofer, un joven de aproximadamente 30 años de edad, delgado, de charla fluida, quien desde la confianza de hablar con un desconocido, narra los sin sabores que enfrenta todos los días como conductor de transporte público.
La charla se centra en torno a la dificultad en la operación de los camiones en las estrechas calles de la capital yucateca, pues sus dimensiones ocasionan siniestros viales. “No tenemos educación vial en Mérida”, suelta el chofer a su interlocutor, quien le replica sobre la distancia que hay entre paraderos.
De pronto, el conductor hace alto total y se baja a comprar una par de tortas en uno de los cientos de puestos ambulantes que se encuentran a un costado del Periférico de Mérida “Licenciado Manuel Berzunza y Berzunza”.
“Disculpa, pero empecé mi turno desde las tres de la mañana y no he desayunado nada”, ataja el conductor tras subir a toda prisa para continuar con su ruta habitual.
La plática continúa entre pasajero y chofer, quien le confía que ha llegado a trabajar hasta 20 horas seguidas por necesidad, toda vez que no hay personal que conduzca las unidades debido a las condiciones laborales que enfrentan.
El problema, explica, son los bajos sueldos que grupo Autobuses de Oriente (ADO), concesionaria de la ruta periférico, paga desde el proceso de capacitación, pues durante un mes, el personal que es adiestrado tiene un sueldo de 271 pesos diarios (mil 900 semanales), lo cual representa apenas 22 pesos más del salario mínimo vigente en México.
Una vez que pasa dicho proceso, señala el conductor, el sueldo semanal es de 3 mil 100 pesos, además de 2 mil pesos en vales, los cuales en caso de ser reportados por algún usuario, les son quitados de sus ingresos.
“¡Por todo nos reportan!”, exclama el chofer a la vez que atento vigila cómo los pasajeros que abordan la unidad pasan su tarjeta en el lector, para después cerrar las puertas de la unidad y continuar con su camino.
El Sol invernal comienza a sentirse al interior de la unidad, a pesar del aire acondicionado, el chofer asegura que muchos conductores tienen que doblar turnos para llevar algo extra a sus casas para comer, los cuales son pagados en 600 pesos.
Asimismo, comenta que otro de los problemas que enfrentan es la escasa calidad de vida familiar y personal, toda vez que sus horarios para laborar les son informados un día antes de que termine su jornada de trabajo, lo que ocasiona que no puedan planear sus días para atender asuntos privados o simplemente para pasear con su esposa e hijos.
Son las 11 horas, chofer y pasajero se despiden, este último ha llegado a su destino, para enfrentarse a otra evidente deficiencia del transporte público, la falta de infraestructura peatonal para caminar a un costado del anillo periférico… pero esa es otra historia.