La tecnología es tan veloz que los métodos para verificar la validez de la información, su origen, fuente y responsabilidad, entre otros aspectos, ya no son asumidos o aplicables, indicó Fabián Romo Zamudio, director de Sistemas y Servicios Institucionales de la Dirección General de Cómputo y de Tecnologías de Información y Comunicación (DGTIC) de la UNAM.
En un comunicado, la máxima casa de estudios del país, informó que somos consumidores constantes de datos y justo eso es lo que provoca que se desvanezcan tan rápido las noticias falsas; no obstante, antes de su desaparición afectan a personas e instituciones.
Esto ha impactado en los jóvenes, pues el rápido acceso a la información es como las fiestas en las que un invitado convoca a otros 100. Aquí ocurre lo mismo: alguien comparte una noticia y uno de sus contactos también, porque cree en esa persona y considera cierta la información.
“La rapidez con que se disemina es el factor clave, pues el nivel de consumo es tal, que no da oportunidad a verificar si es certera”, remarcó.
En estas situaciones, dijo Romo Zamudio, es fundamental no caer en suposiciones. “Suponemos muchas cosas, y hacerlo no significa tener los datos válidos. La tecnología no es mala por naturaleza, lo malo es cómo la usamos”.
Ricardo Trujillo Correa, de la Facultad de Psicología (FP), interpretó desde las ciencias del comportamiento las fake news: “No son un fenómeno nuevo; son una forma de modificar el pensamiento de un grupo social”.
No hay diferencia clara entre lo que históricamente se conoce como propaganda y noticia falsa: un modo de modificar la opinión de una persona o grupo social al presentarle información imprecisa, incorrecta o exagerada.
“Las dos condiciones básicas para un rumor, para la propaganda o para una noticia falsa es hacerlos suficientemente ambiguos, al tiempo de ser relevante para la persona; es una especie de fórmula, que hará más sencilla la propagación viral. Todos somos proclives a las noticias falsas, mientras tengan estos componentes”.
La única manera de controlarlas, resaltó, es proporcionar siempre información precisa y adecuada, pues eso contrarresta la intencionalidad. “La gente ha perdido la credibilidad en los medios tradicionales y se la atribuye más a los no tradicionales; no le parece válida la información si la transmiten por televisión, pero si aparece en Facebook o en Twitter, le otorgan credibilidad”.
Compartir una noticia falsa o darle “me gusta”, son actos emocionales porque se activan nuestros instintos más primitivos, como mecanismo de defensa, alerta, aunque no sea directamente hacia nosotros, sino a alguien de nuestro grupo social.
Recomendaciones
Aunque es imposible desterrar las noticias falsas porque “siempre habrá alguien que invente algo”, los especialistas recomendaron ser escépticos para reducir su impacto, poner en duda, cuestionar cualquier información que se lea, sin importan quien la comparta.
Antes de creerlas, verificar en medios creíbles (medios de comunicación establecidos y canales institucionales) las noticias que se reciben a través de las redes sociales.
No acelerarse. “Hay que tener paciencia y serenidad para analizar la información y no caer a la primera”. Y no transmitir, ni reproducir sin tener antes una validación.