“Esta situación ha llevado a una crisis de autoridad, donde las personas sólo piensan en lo que necesitan y no en lo que es conveniente para las mayorías”, sostuvo.
Estamos en un mundo muy distinto al de hace 20 años, y eso es normal porque las sociedades son entes vivos y cambiantes; el problema radica en que, en la búsqueda de mayor autonomía, las nuevas generaciones desafían a las autoridades con las que conviven cotidianamente, detalló.
En los primeros años de vida, los padres deben marcar las pautas para que sus hijos tengan una conducta deseable dentro de la sociedad. Sin embargo, entre los adolescentes de hoy, incluso a edades más tempranas, “vemos jóvenes en crisis, no sólo por la etapa de desarrollo que viven, sino por la convivencia con figuras de autoridad desgastadas, inciertas, confusas y ambivalentes; adultos que carecen de firmeza y oscilan entre posturas autoritarias o demasiado permisivas”, precisó.
A su vez, las figuras de autoridad viven una crisis porque tratan de ajustar los retos que enfrentan, y que no han sabido manejar.
“En la parte clínica hemos observado constantemente que los papás viven en condiciones de estrés laboral, personal y familiar, que los mantienen agobiados; al llegar a casa establecen normas de convivencia de manera cerrada, incluso sin notarlo, y eso no les permite ver qué pasa con su interlocutor”, dijo.
Por ello suelen tomar decisiones autoritarias, sin una apertura al diálogo.
“Tienden a ser impositivos para ejercer control, cuando éste debe ser moderado, con cierta flexibilidad para abrirse a la postura del otro. Es necesario escuchar y juntos crear normas de convivencia”, recomendó la universitaria.
No obstante, en el seno familiar muchos núcleos se rigen por la falta de afecto; se da la imposición en lugar de la orientación, y se establecen límites basados en la violencia, el autoritarismo y agresiones físicas, verbales y psicológicas.
“Cada vez es más común ver papás que no están dispuestos a ayudar a sus hijos a transitar de la mejor manera los primeros años de la adolescencia”, resaltó.
En la mayoría de los casos, el problema de los jóvenes con las figuras de autoridad se origina en la familia, y es en ese mismo entorno donde se deben brindar soluciones, pues ahí se cambian o restablecen las pautas de interacción para tener individuos capaces de tomar decisiones de manera más autónoma y empática.
“Los adultos debemos generar elementos de empatía, interés comunitario y beneficio mutuo dentro del ambiente familiar, libre de violencia para proveer afecto, cuidados, acompañamiento y orientación”, subrayó.
Tener las estrategias necesarias para autorregular las emociones contribuye a la crianza positiva, donde el establecimiento de la disciplina se construye desde el buen trato, concluyó. (Boletín de la UNAM)