Cada vez es más común observar a niñas, niños y adolescentes tener un peso mayor al que deberían. El uso prolongado de aparatos electrónicos es también uno de los componentes que ocasiona permanecer por más tiempo sentado, ingerir alimentos y además no hacer ejercicio.
La emergencia sanitaria obligó a miles de personas a efectuar el llamado home office, por lo que ahora el número de horas frente a la computadora es considerable.
Lo mismo sucede en los distintos niveles educativos que imparten la enseñanza mediante plataformas digitales y en televisión. Las actividades deportivas dejaron de practicarse en las escuelas, incluso los padres de familia poco acuden con sus hijos a parques y jardines por temor al contagio de Covid-19.
El sobrepeso y la obesidad, además de causar afectación a la salud física, también se presenta en el ámbito emocional, por lo que su atención debe ser integral. No obstante, siempre será mejor prevenir.
Con el fin de informar y sensibilizar a la población sobre el daño que conlleva una dieta alta en grasas y azúcares, y la necesidad de adoptar medidas para evitar y tratar dichos padecimientos, el 12 de noviembre se conmemora el Día Mundial contra la Obesidad, efeméride que instauró la Organización Mundial de la Salud (OMS).
De acuerdo con datos de esta institución, esos problemas de salud alcanzan proporciones epidémicas al registrar -en 2016- mil 900 millones de adultos y 340 millones de niños y adolescentes en el mundo.
En México, la Encuesta Nacional de Salud y Nutrición 2018 del Instituto Nacional de Salud Pública indica que siete de cada 10 mexicanos tiene sobrepeso u obesidad.
Daniel Pahua Díaz, responsable del Área de Evaluación del Departamento de Salud Pública de la Facultad de Medicina (FM) de la UNAM, explica que el sobrepeso y la obesidad se definen como el aumento en la acumulación de la masa grasa corporal (brazos, estómago, piernas) y visceral (recubrimiento de órganos).
Precisa que la grasa, dentro de ciertos parámetros, es importante para el buen funcionamiento del cuerpo como reserva de energía y precursor de hormonas.
“Es impresionante la cantidad de enfermedades que se desprenden de estos padecimientos, como el síndrome metabólico; diabetes, hipertensión, problemas articulares, respiratorios, entre otros. Inclusive con la actual enfermedad del Covid-19 se asocia un riesgo más alto en personas con sobrepeso y obesidad, porque la situación de salud se complica más”, comenta.
Para el especialista lo recomendable es la prevención y la promoción de las afectaciones, apoyarse en la educación para la salud con el fin de que la gente tome en serio el tema y no espere a tener 20 kilos arriba de su peso normal o sentir molestias, como dolor de rodillas, para entonces asistir con algún experto. Lo mejor es optar por una dieta balanceada.
“Otra información que arrojó la Encuesta de Nutrición 2018 es que los mexicanos consumen antojitos mexicanos, como tacos o tamales, en un 20 o 30 por ciento aproximadamente; es decir, en menor cantidad en comparación del consumo de los considerados alimentos chatarra y bebidas azucaradas, que son más perjudiciales para la salud”, puntualiza Pahua Díaz.
Refiere que estrategias como el “etiquetado de alimentos” y las campañas del sector Salud para que la población acuda al médico, vigile su peso y realice ejercicio, son parte de una política para combatir dichas enfermedades; sin embargo, es necesario crear mayor conciencia de la responsabilidad que cada quien tiene para cuidarse.
“Esta cuestión es importante, ya que el sistema de salud, público o privado, luchamos con contracorriente, porque existe una industria alimentaria que no es precisamente la más saludable; por lo que aquí es ver cómo convencer a los padres de familia que ciertos productos no son nutritivos ni saludables para sus hijos”, afirma.
¿Todo lo que se dice es cierto?
En la actualidad existen mitos y diversas opiniones en torno a cómo llevar una alimentación balanceada, a fin de evitar el sobrepeso y la obesidad; sin embargo, no todo lo que se dice en revistas o páginas on line es verdad.
Según información de la Secretaría de Salud, se pensaba que ingerir alimentos entre comidas contribuía a aumentar de peso, pero se comprobó que ayuda a mantenerlo de manera adecuada, siempre y cuando la alimentación sea nutritiva, variada y balanceada; de esta manera el metabolismo se activa, la regulación de glucosa en la sangre y es un aporte de nutrientes y energía.
También se considera que el uso de laxantes y diuréticos ayuda a adelgazar, pero promueven la producción y secreción de orina, así como evacuación de heces; por lo que en ambos casos hay pérdida de líquidos, lo que causa deshidratación, mas no pérdida de masa corporal o grasa.
La dependencia señala en su página electrónica que inclusive hay quienes consideran que saltarse las comidas o hacer ayunos prolongados ayudará a bajar de peso; no obstante, cuanto más tiempo transcurra entre una comida y otra el riesgo de aumentar de peso es mayor porque el cuerpo agota la energía proveniente del azúcar, por ejemplo, y consume grasa; esa reserva se debe cubrir nuevamente. Por lo que la sensación de hambre hará que se coma en mayor cantidad y rápido.
Además, se creyó que mientras más sobrepeso u obesidad tenía una persona, tendría el mismo estado de ánimo que alguien sin estos padecimientos; sin embargo, se ha visto cierta relación entre el peso aumentado con trastornos alimenticios, ansiedad y trastornos de la personalidad.
El papel que juega la psicología
“La relación entre las emociones y la sobreingesta tiene que ver con que las personas la asimilan como una estrategia para regular sus afectos, tanto positivos como negativos; alguien que se siente triste puede recurrir a la sobreingesta para disminuir la tristeza o cuando hay que celebrar algo se hace a través de una comida que a veces no siempre está bien balanceada”, asevera José Alfredo Contreras Valdez, profesor de la Facultad de Psicología (FP) de la UNAM.
Los tratamientos más efectivos que hay en Psicología son los cognitivos conductuales, un tipo de psicoterapia basada en investigación científica en la que se analiza la situación de manera individual, en función de diversas teorías del aprendizaje para conocer por qué la persona incurre en este tipo de conductas y, posteriormente, ofrecerle diferentes estrategias, tales como establecer un plan de alimentos de forma estructurada, disminuir los pensamientos negativos que propician la insatisfacción corporal, tolerar el malestar emocional relacionado con la ingesta alimentaria, entre otras, explica.
Además, si la persona, después de tener un “atracón de comida” desarrolla pensamientos disfuncionales, es altamente probable que se deba trabajar en reformar el pensamiento, porque ayuda a disminuir la intensidad de pensamientos no funcionales y a desarrollar otros más adaptados a la realidad que vive.
El universitario considera que estos son los tratamientos más efectivos para los elementos psicológicos relacionados con la obesidad y, en general, para los que se conocen como trastornos alimentarios.
“La obesidad y el sobrepeso difieren de los trastornos alimentarios, como bulimia y anorexia; en tanto que las primeras son condiciones físicas cuyo origen es multifactorial, mientras que en las segundas la afección central es psicológico; es decir, comportamental. Ambos problemas pueden ser tratados a partir de la psicología para ayudar a la gente a salir más rápido de su problema”, agrega.
Contreras Valdez enfatiza que la FP cuenta con diferentes centros para brindar atención psicológica ante algún problema, siempre y cuando haya el deseo de la persona de trabajarlo, porque eso es un gran paso.
Un aspecto fundamental que sugiere es evitar la comida como premio o castigo, ya que el vínculo entre emociones y alimento se hace desde casa en edades tempranas y se esfuerza constantemente en la sociedad; inclusive no incurrir en burlas, comentarios peyorativos o colocar apodos a las personas con sobrepeso u obesidad, ya que no se sabe de qué manera o a qué grado llegan a afectarles.
“Lo que hallamos en estudios con niños con sobrepeso u obesidad es que existe una insatisfacción corporal; sabemos que desde edades tempranas, no están a gusto con la condición que presentan, pero a esa edad aún no les afecta significativamente en lo emocional, lo que no quiere decir que no exista un estigma con apodos o rechazo por su condición”, argumenta Contreras.
Y agrega: Ya en la adolescencia inicial comienza a observarse un vínculo fuerte entre el sobrepeso y la obesidad con las emociones, que incrementa también por la misma insatisfacción corporal. Por lo que la infancia es un buen momento para hacer visible este tipo de prácticas en la sociedad y retirarlas, pues afecta a una persona conforme pasa el tiempo. (Boletín de la UNAM)