La cuarentena no es una medida fácil de cumplir en países con altas tasas de desigualdad y de pobreza como el nuestro, donde miles de ciudadanos han recurrido a pedir ayuda y alimentos a través de un trapo blanco o rojo que cuelga de su ventana o en la puerta de su casa, esperando que las autoridades cumplan con la responsabilidad que tienen y les ayuden a resolver el problema del hambre que padecen. Pero la respuesta del gobierno de la 4T no llega por ninguna parte.
México enfrenta la pandemia del coronavirus con más de 61.1 millones de personas en situación de pobreza, las cuales están pidiendo auxilio por la falta de comida en sus hogares, aquella está teniendo un enorme impacto entre las poblaciones más vulnerables, a tal grado que el Coneval acaba de anunciar que 10 millones de mexicanos se sumarán a la pobreza extrema después de la actual crisis; no podrán adquirir la canasta básica alimentaria, situación que provocará –de no hacerse algo para evitarlo- que muera más gente de hambre que del propio coronavirus, puesto que la mayoría de las personas vive al día.
El Coneval señaló que la pobreza total por ingresos pasaría de 48.8% de la población en 2018 a 56.7% en 2020 (de 61.1 a 70.9 millones de personas), una cifra nunca antes vista; también, que la pérdida de empleos llevaría a que la tasa de desocupación abierta en el país pase de 3.3 a 5.3% y la pobreza laboral de 37.3 a 45.8% de la población en el segundo trimestre de 2020; ésta, sería la proporción más grande desde que el organismo la mide: 2005.
Sin embargo, parece que estas cifras tienen sin cuidado al titular del ejecutivo, quien desde el inicio de la crisis no mostró el menor interés por acatar las medidas de carácter sanitario para evitar los contagios arguyendo que no pasaba nada, ahora se apresura a volver a la “normalidad”, sin importarle el curso que siga la enfermedad y restando importancia a los clamores de ayuda para equipar al personal sanitario -médicos, enfermeras, camilleros, etc.- y menos al de millones de mexicanos que padecen hambre en todo el país, que se lo han pedido a través de manifestaciones presenciales, cartas y últimamente con trapos blancos y rojos; no obstante esto, al presidente no le preocupa el hambre de los pobres, la suerte de aquellos que lo llevaron al lugar que hoy ocupa.
Esta situación se torna sumamente grave. Yucatán, catalogado en febrero de este año por la Secretaría del Bienestar con alto grado de rezago social, donde 921,711 ciudadanos viven en situación de pobreza y 152,359 padecen pobreza extrema, es uno de los estados donde el coronavirus ha hecho mayores estragos y, pese a las estrictas medidas implementadas por el gobierno local, el número de contagios aumenta así como los decesos; vivimos la fase crítica de contagios masivos y aunque se dice que para el 1° de junio se comenzará con la reanudación de actividades no esenciales, nada garantiza que las cosas vayan a mejorar. Si bien esta situación no es particular de los yucatecos, es necesario decir que mientras la pandemia dure y el aislamiento se prolongue urge volver la mirada a los sectores más desprotegidos de las periferias de los centros urbanos y las comunidades rurales que sufren por comida. Mientras tanto los trapos del hambre ahí estarán presentes, evidenciando la falta de voluntad de aquellos que hicieron el compromiso de velar por su bienestar.
El gobierno del estado debe vigilar que la entrega de despensa se haga sin distinción alguna y se entregue a todas las familias yucatecas porque desafortunadamente hay autoridades municipales que haciendo de lado toda ética, marginan a quienes no considera de los “suyos”, como ha ocurrido en la comisaría municipal de Xcanchakán, Tecoh, donde a cerca de 130 familias se les ha negado la despensa por el hecho de ser antorchistas, situación que reprobamos y que exigimos se corrija de inmediato.
Con la reactivación económica debe tomarse en cuenta el incremento del número de gente desfavorecida. Ya en abril el Consejo para la Competitividad de Yucatán advertía de que 143 mil trabajadores yucatecos del sector formal corrían el riesgo de ser despedidos y Michel Salum Francis, del Consejo Coordinador Empresarial declaró el 30 de abril que a partir de mayo podrían perderse hasta 87 mil empleos formales en la entidad, debido a la falta de apoyo del gobierno de López Obrador; por ello se debe asegurar que los programas sociales prioritarios –alimentario, empleo temporal, microcréditos, etc.- beneficien principalmente a las poblaciones en situación de pobreza, destinando una mayor proporción del presupuesto público a mitigar los efectos de la crisis en los grupos más vulnerables.
Ningún nivel de gobierno, empezando por el gobierno federal debe ignorar que el coronavirus puede además exacerbar las tensiones sociales y políticas, especialmente en los lugares más propensos al hambre. Ignorar los llamados de auxilio, lo único que provocará es que la incertidumbre sobre el futuro, combinado con las restricciones de movimientos, el elevado desempleo, el acceso limitado a la comida y el desgaste de los ya frágiles niveles de vida pueden generar descontento y añadir gasolina a la violencia y un conflicto que nadie desea.
Los antorchistas hacemos patente nuestra preocupación por la situación presente y futura de los millones de pobres del país, pero depende de los gobiernos la seriedad y prontitud con la que tomen cartas en el asunto. Mientras nada cambie, los trapos del hambre seguirán apareciendo, no importa la incomodidad que ocasionen a los gobernantes y a sus defensores.
La lectura del poema “El hambre”, del gran poeta revolucionario español Miguel Hernández, realizada por el Dr. Hugo López-Gatell, no debiera ser pose ni burla, debería mover al gobierno de Andrés Manuel López Obrador a implementar un programa nacional alimentario, capaz de mitigar el hambre del pueblo mexicano, porque un pueblo hambriento es capaz de matar, que no lo ignore. Otros versos del mismo autor dicen esto justamente: “Ayer amaneció el pueblo, desnudo y sin qué comer, y el día de hoy amanece justamente aborrascado. En su mano los fusiles leones quieren volverse, para acabar con las fieras que lo han sido tantas veces.” Si la 4T sigue como hasta ahora, los trapos blancos van camino a convertirse en la bandera del hambre que se exhibe sin tapujos con el coronavirus.